jueves, 5 de noviembre de 2009

Comienza la temporada.

Después del parón veraniego y las escasas salidas en el mes de Septiembre y Octubre, ha llegado el Otoño, y con él, la nueva temporada BTTetera, con salidas épicas para recordar durante mucho tiempo.

Tanto es así, que este pasado lunes 2 de Noviembre, los miembros y allegados al CCSB, 17 asistentes ni más ni menos, realizamos un recorrido espectacular por tierras rondeñas, cercanas a la localidad de Igualeja y Pujerra. 43km y unos 1400m de desnivel acumulado del más puro mtb a la antigua usanza, montando sobre caminos de varias décadas, cubiertos por el denso manto del castaño deshojado, en su máximo esplendor, entre aire puro y alejado del inmundo ritmo de vida en los pueblos, con sus contaminantes automóviles y las prisas.

La mañana sugirió un día perfecto para nuestra salida. Una salida bastante tempranera, pues a las 7:30 estábamos reunidos en el punto de salida, y antes de las 9:00 dábamos pedales por esas tierras de ensueño. A esa hora, y con ráfagas de viento casi helado, todos maldecíamos contra el frió que nos recorría hasta las pestañas. Todos abrigados hasta las orejas, comenzamos la salida épica, con un primer tramo de varios kilómetros de bajada rápida por un carril ancho pero empedrado. Cada cual a su ritmo, cada cual con su locura, íbamos saltando, esquivando, derrapando y compitiendo entre amigos para descargar adrenalina y pasarlo aún mejor. Nos dirigíamos a Igualeja.

Terminado el disfrute de la bajada, llegaban las subidas, no sin antes el percance que no podía faltar, el pinchazo. Mientras el afectado reparaba su montura, algunos hablábamos sobre nuestras bicis, posibles cambios en ellas, o sobre cualquier tema que saliese, y otros comentaban como sería la salida, ya que solo la conocía uno de nosotros, Javier Porras, un auténtico mtbiker, que él solo realizó ese recorrido para nuestro goce y disfrute. Cuando el pinchazo fue reparado, continuamos con nuestra salida, hacia la calle de La Tetona, en Igualeja, una calle con un fuerte desnivel, donde el plato pequeño fue nuestro mejor aliado. Cada uno subió a su ritmo, aún había mucho por subir. Yo temía por la rodilla, las salidas de este verano han sido muy light y con desniveles bajos, y esta salida era una verdadera rompepiernas.

Después de la subida, ¿qué viene?. Más subidas! Esta vez alrededor de 1km o más, sin descanso, tan solo algún llano. Cada uno terminó a su ritmo. Cuando los primeros llegábamos, esperábamos al resto, mientras Javier nos decía que ahora venía el especial de la mañana, una impresionante bajada, rápida, técnica y con algún que otro salto considerable. Detrás de Jose María iba yo, demasiado cerca en alguna ocasión, pero no podía adelantar en ese camino ya que era muy cerrado. Fue una bajada espectacular, con algún desnivel considerable, divertida y reconfortante.

Mas no todo podía ser bueno, y en este caso, todo lo que baja, SUBE, y vaya subida, solo recuerdo que en alguna ocasión tuve que poner pié a tierra, ya que entre regueros y desnivel, se hacía muy complicado subir. Al llegar arriba, Javier nos vuelve a deleitar con una nueva bajada, esta vez en carril, muy rápida y con curvas cerradas, donde soy de los primeros en lanzarme. Las vistas eran increíbles, bosques de arboles, zarzas, y al llegar al final, un semi pasadizo entre zarzales. Ahora venía lo mejor, un tramo bastante más largo de lo deseado con una dura subida a pie, ya que la caída del castaño y las propias castañas, hacían del pedaleo una misión imposible.

Y así, cada cual a su manera, íbamos completando kilómetros, con muchísima subida, tramos verdaderamente magníficos, todo en un bosque de castaños de ensueño, respirando el aire más puro. Todos ansiábamos llegar de nuevo al pueblo para tomar nuestros merecidos desayunos, cosa que no se hizo esperar tras una muy apropiada bajada por un sendero donde apenas pasaba la bicicleta sin tocar en alguna ocasión los pedales en las piedras. Y al terminar la bajada, la esperada parada en la fuente del pueblo, donde cada cual tomó sus provisiones, algunos nos dopamos con barritas con cafeína, ginseng y tal tipo de energizantes. Amenizábamos la parada con las sensaciones, los paisajes, y con lo que aún nos quedaba por sufrir, lo más duro para mí al menos, y creo que para todos.

Con las pilas cargadas, o no tanto, nos dirigimos al cúspide de nuestra salida, otro gran bosque de castaños, esta vez más espléndido e inmenso que el anterior. El plato pequeño se hizo necesario para todos, un tramo largo, muy largo de subida, con grandes desniveles y pocos descansos, aunque cada uno se administraba alguna que otra parada en mitad del camino para coger aliento. Entre pedalada y pedalada, se le daba cabida a las charlas, comentarios de ánimo entre compañeros, compartiendo impresiones de ese espléndido bosque. Yo como siempre hacía uso de mi fama de vagueza, y hacía los comentarios típicos de cansancio: "¿Falta mucho?, Esto es demasiada subida...". Y cosas por el estilo.

Al culminar la subida por el bosque, todos con los kilómetros y las subidas pesándonos en las piernas, paramos un par de minutos para reunirnos y comenzamos a bajar un poco por carretera, para llegar al último tramo hasta los coches, el tal vez más duro de todos, ya que con el cansancio, algunos tramos con frió, y el viento en esa zona, dolía más pedalear.

En ese momento, Troy y yo tomamos nuestros geles dopantes. La salvación para esos últimos kilómetros. A pesar del cansancio, esos geles nos dieron un plus de fuerza y resistencia, que rápidamente nos hizo separarnos del grupo, rodando bastante rápido. Javier Martos siguió con nosotros la mayor parte del tiempo, pero al final seguimos sacando ventaja al grupo, con un ritmo bastante aceptable en aquellas alturas de la ruta. Íbamos charlando, contando algún chiste y bromeando, ya que anteriormente, en la maratón de Mayo, ese gel me produjo un leve tartamudeo, puro nervio.

Llegamos al final de la ruta los dos solos, nos bajamos de nuestras bicicletas y descansamos, yo sentado en una piedra, Troy estirando. A los 5/10 minutos, apareció J.Martos, y se nos unió, y justo entonces empezó a lloviznar levemente, así que buscamos refugio tras unos pinos. Poco a poco fueron apareciendo más compañeros, en una espera de unos 20 minutos. Algunos nos dijeron que Juanjo, nuestro joven padawan, había sufrido una caída y que pararon a hacerle una cura por mano de nuestro doctor Paco Prieto.

Como final de ruta, Paco nos preparó su especialidad, refrescos y cervezas en su fantástica nevera playera, y poco a poco, mientras nos despojábamos de los sudados maillots, y recobrábamos la tranquilidad de nuestros órganos, fuimos guardando las monturas en los coches, para encaminarnos de nuevo a nuestro punto de partida, Estepona, y así ponerle fin a una mañana larga con una inmejorable compañía y unos paisajes únicos.